Los libros de la Biblia no forman un cuerpo compacto y verificado, como aseguran los pastores que predican en estos tiempos, usando la radio, la T.V. y los teatros abandonados. Jahveh dictó pacientemente los códices en los que figuran detalles nimios como el censo de bestias en Israel en el Libro de Números, pero omitió dictar el índice donde se consignara el listado completo de los textos inspirados y por qué no, el de los sospechosos. El caprichoso método del Dictador, o la aplicación fanática de los copistas, produjo tres versiones que cuentan los mismos hechos acerca de Jesucristo, cometiendo errores entre una y otra. Son los llamados evangelios sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas. Si nos pusiésemos obsesivos, podríamos verificar muchos errores, pero para no distraer con minucias esta cuestión me remito a cifras, que son fáciles de corroborar. Marcos (cap. 5) nos cuenta que Cristo viajó a la provincia de los gadarenos donde encontró a un hombre endemoniado; Mateo (cap. 8) nos dice que en la región de los gadarenos se encontró con dos hombres endemoniados. Si observamos con atención teniendo en mente las cuentas confusas de 3 y 1 de la Trinidad, creo que en el liceo, a Dios no le iría bien en las matemáticas. No obstante, poco importa que fueran dos o tres, me respondió una amiga, el fondo de la cuestión es el mismo. Consiento a medias. Si bien no altera en nada el número de enfermos por el demonio, la errata nos tienta a pensar que si el Dictador o los escribas se equivocaron en una cifra, que es fácil de retener, ¿quién me garantiza que no hayan cometido errores conceptuales como el de la famosa frase ambigua al ladrón arrepentido: “Verdaderamente te digo hoy estarás conmigo en el Paraíso”?

Sin comas, como escribían los griegos y el arameo, la frase se presta a dos lecturas. Si soy protestante y pienso que las almas van a Dios el mismo día en que muere la gente, mi lectura será así: 1) «Verdaderamente te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso». En cambio, si algún obispo me enseñó que cuando nos morimos quedamos en un estado latente, esperando algún día el Juicio Final en el que seremos recompensados o castigados según nuestros méritos, mi lectura será ésta: 2) «Verdaderamente te digo hoy: (después del Juicio Final) estarás conmigo en el Paraíso». El punto está en qué significado le damos al “hoy” pronunciado por el moribundo Cristo. ¿Dijo al ladrón: “hoy te aseguro tal y tal cosa”? ¿O le dijo: “te aseguro que hoy mismo estarás conmigo…”?

Resumiendo: el catálogo humano de selección de los escritos inspirados por el Espíritu, produjo tres grupos de textos.

1) Protocanónicos: aceptados por judíos, católicos y protestantes, gozan de consenso unánime. Eran los libros del Antiguo Testamento que estaban registrados en el canon palestino, escritos íntegramente en hebreo, sin intervención de lenguas foráneas.

2) Deuterocanónicos: son textos que sólo estaban registrados en el canon alejandrínico, de la diáspora; no cuentan con originales escritos en idioma hebreo, ni arameo, que eran las lenguas de Jahveh. La Comisión de los Setenta los respaldó, después de analizarlos exhaustivamente, y así gozan de la autorización de la Iglesia Católica pero no de las sinagogas ni los templos protestantes, ya que el agustino Martín Lutero, siguiendo su vocación contumaz contra la autoridad  Papal, los tildó de “sospechosos” y los expulsó de la Biblia de las Iglesias Reformadas. Son deuterocanónicos los libros: I y II de Macabeos, Tobías, Judit, Libro de la Sabiduría, Eclesiástico o Ben Sirá (no debe confundirse con Eclesiastés, que es protocanónico), Baruc (con la Carta de Jeremías) y algunas adiciones a los libros de Ester y Daniel.

Era tradición en las sinagogas (que heredaron las mezquitas) conservar en un depósito sepultado los viejos papiros o pergaminos con los textos sagrados, ya que el arrojarlos a la basura incurría en franca impiedad, considerando que era la palabra de Dios. En 1896 se exhumó en una sinagoga de El Cairo algunas páginas del original en hebreo de Eclesiástico, hoy conocido como manuscrito de Geniza, y en Qumrán apareció un fragmento del original de Tobías lo que dio la razón a la Comisión de los Setenta.

La Iglesia Católica fijó el canon definitivo de la Biblia en la cuarta sesión del Concilio de Trento, en 1546.

3) Apócrifos: hay libros espurios tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. No están reconocidos por ninguna autoridad eclesiástica, y únicamente sirven al propósito de ilustrar acerca de la época, como cualquier obra literaria surgida de la imaginación. Ignoro por qué razón Macabeos IIIº y IVº pasaron a este grupo. Existen apócrifos del Antiguo Testamento, cuya autenticidad se sigue debatiendo por estar en línea con los libros admitidos en el canon. En cambio, los apócrifos del Nuevo Testamento son casi todos visibles disparates, que hasta un profano absoluto como yo detecta como evidentemente fraudulentas. Desde evangelios que hablan del Cristo en términos de eones y energía cósmica, hasta cartas de Poncio Pilatos a Cristo, de Cristo a Poncio, de Poncio a Tiberio llenas de insensatez y flaca cordura. Dios nos salve de su lectura.

 

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