¿De qué tienes miedo?

¿De qué tienes miedo?

-Ama, tú ¿de qué tienes miedo?

-De que os pase algo malo –es instantáneo, sin pensar, no hay necesidad, es mi mayor temor. La sola idea de que algo malo pueda ocurrirles me aterra y paraliza.

-¿Y a qué más?–no lo entienden, como si pudiese haber algo peor que eso…

-No lo sé cariño, tendría que pensarlo, ahora mismo no se me ocurre nada –y es cierto, porque me dejo llevar por sus fantasías y temores infantiles a fantasmas y monstruos de películas.

Jo, que valiente eres ama –y ése es el momento, ésas son las palabras que me hacen dudar un segundo, dar el siguiente paso más lento, contener la respiración. Porque no lo soy, nunca lo he sido.

Sonrío y no digo nada más, continuo andando y dejo que se pierdan en una nueva conversación sobre el recreo y un partido decisivo, porque claro está, a la edad de mis hijos cada partido y cada recreo son únicos y una aventura en sí mismos.

Valiente… Cómo se es valiente cuando casi todo te da miedo… Cómo le dices a unos niños de cinco y once años que a veces hay miedos que no se pueden explicar, que la vida se encarga de enseñarte que tener miedo es la única manera de sobrevivir, de mantenerte entera o al menos parecerlo. Porque si tienes miedo no arriesgas y si no arriesgas no sufres, no pierdes, no te hacen más daño.

¿De qué tienes miedo?

¿De qué tienes miedo?

¿De qué tienes miedo? Me pregunto. De intentarlo y fracasar, o aún peor, de conseguirlo y creerme capaz de hacerlo de nuevo porque entonces la decepción será mayor, de no ser la gran luchadora que se espera que sea. De no ser buena, buena en su más amplia definición, buena amiga, amante, escritora, hija, pero sobre todo de no ser buena persona, de no ser buena madre. De no ser la mejor madre que ellos puedan tener, la que merecen, la que siempre se mantenga a su lado, en la que se puedan apoyar, a la que siempre puedan acudir y encontrar. Miedo de avanzar porque ya no lo hago sola, ellos vienen conmigo, compartimos una vida y si al dar el siguiente paso me equivoco de camino ya no me perderé sola, ellos me acompañan, les arrastraré en mi búsqueda por encontrar el camino correcto. Sé lo que es, ya lo he sufrido, he caído y sacado fuerzas que no sabía que tenía para mantenerles en pie, para levantarme mientras luchaba para que no mirasen hacia abajo y me viesen allí, incorporándome lentamente.

La persona que se supone ha de mantenerse fuerte a su lado buscando momentos de soledad para poder llorar, sentir que algo se rompía y caía, y después recoger cada pedazo, tratando de no perder ninguno. Ya he sentido ese miedo, mientras buscaba el lugar perfecto para esa parte de mí que había recuperado, mientras la colocaba en su sitio, mientras borraba las líneas equivocadas del mapa y trazaba rutas nuevas para los tres, mientras daba un paso más, mientras caminaba despacio, mientras sin darme cuenta volvía a arriesgar, porque es cierto, si no arriesgas no sufres, no pierdes, no te hacen más daño, pero tampoco avanzas, dejas de descubrir lugares y tener momentos, no llegas a ningún sitio, te quedas en la encrucijada mirando todos los caminos posibles mientras pasa el tiempo y se te escapa todo lo que puedes ser, porque pierdes la vida. Y yo no estoy sola, ellos vienen conmigo y no dejaré que se pierdan nada, no impediré que avancen, que conozcan, que disfruten, que rían, que arriesguen, que luchen, que vivan y sean todo lo valientes que puedan ser.

Valiente… Tal vez sí lo sea, tal vez por fin he aprendido que se puede ser valiente y tener miedo a la vez…

 

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