A veces deseo mi “OSCURIDAD”, así, con mayúsculas, porque merece tener su nombre, porque es así como la llamo. Me reconforta, anhelo sentarme en una de sus miles de esquinas y sentir como me cubre, como sus garras me abrazan y me envuelven hasta que el calor abrasador que nace en mis pulmones se extiende por el resto del cuerpo y afloja la presión lo suficiente para que pueda entrar algo de aire.

Mi oscuridad

Mi oscuridad

Mi oscuridad me busca cuando necesito que me encuentren, cuando el dolor amenaza con hundirme. No cualquier dolor, ella sabe cuándo ha de venir, cuando la decepción, la impotencia y la tristeza son tan profundas que estoy a punto de dejarme arrastrar hacia una negrura de la que tengo miedo de no poder salir. Mi Oscuridad es diferente, ella no me engulle, no quiere retenerme, no busca alimentarse de mi miedo o mi dolor. No quiere hacerme daño, tampoco me brinda soluciones imposibles o falsas promesas, solo me ofrece cobijo. Sabe que cuando ella viene a mí es por un motivo. Lleva toda una vida a mi lado, hemos crecido juntas. Recuerdo el miedo que me daba cuando era una niña, cuando no la veía, cuando solo la percibía. Después comencé a intuirla o solo imaginarla, quién sabe, y del miedo pasé al terror, una gran nada inmensa, de la que solo podía distinguir unas enormes garras, acercándose a mí, despacio, pero sin detenerse. Tarde tiempo en desterrar ese miedo y poder observar con detalle aquello que regresaba cuando todo mi mundo parecía caer, cuando todo lo demás estaba demasiado lejos para saber qué necesitaba.

Hasta que un día comprendí, el día que llegó tarde y esa sombra que ahora sé de qué se alimenta apareció antes que ella, y me susurró al oído que estaba sola y marcó un camino en el suelo empujándome hacia él, obligándome a caminar a mi supuesta única salida, a la que me haría desaparecer por fin, porque ¿era esa la única solución a tanta decepción y tristeza verdad? Agradezco con todas mis fuerzas aquella pequeña duda, un minúsculo destello que hizo que me apartase de esos brazos turbios y pesados y permitieron que mi Oscuridad utilizase sus garras para lo que realmente eran, para luchar por mí, para sacarme de aquel camino, para abrazarme y llevarme de nuevo a casa.

Mi oscuridad

Mi oscuridad

Tardé mucho en darme cuenta, pero ella no quiere hacerme daño, no me miente, no bebe de mis miedos, no me susurra al oído lo equivocada que estaba, no se regodea en los errores que me han hecho llegar hasta ahí, pero tampoco me dice cómo olvidar a quién me hizo daño, no tiene consejos mágicos ni conoce atajos que lo hagan todo más fácil. No, ella solo me ofrece tiempo, deja que me siente y me abrace las piernas para llorar, no me juzga por hacerlo, ni me mira fijamente mientras espera impaciente a que me recupere y me ponga en pie. A veces debería marchar y no lo hago, podría levantarme y echar a andar pero prefiero continuar escondida bajo sus brazos, donde nadie más puede llegar, donde los sentimientos comienzan a desaparecer, donde es imposible que nada ni nadie vuelva a hacerme daño, ni siquiera yo, y es cuando comienzo a sentir que me falta el aire, cuando mi Oscuridad me abraza con tanta fuerza que apenas puedo respirar y lucho por contener ese calor en mis pulmones, imagino que no existe, y me niego a respirar porque tal vez así pueda continuar allí escondida, tal vez me haya hecho tan pequeña que ni mi oscuridad repare en mí, pero es entonces cuando cede la presión, cuando ese pequeño hilo de aire llega a mis pulmones y siento la libertad de respirar, entonces me suelta, se aleja y me deja en pie, consciente de mis errores, aceptando mis miedos, cogiendo aire de verdad, levantando la cabeza y reuniendo fuerzas para llevar a rastras un tiempo más todo ese dolor que amenazó con hundirme, porque desaparece lentamente, porque a veces soy yo la que necesita soltarlo poco a poco.

A veces busco mi Oscuridad, y otras con suerte, es ella quién me encuentra antes.

 

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