A veces me preguntan por qué la mayoría de mis críticas no están dedicadas a libros recién publicados y siempre digo lo mismo: yo reseño lo que leo a medida que lo leo, así que vuelvo a mis intereses en literaturas como la japonesa o la rusa, aunque procuro variar épocas, autores y tendencias. Reconozco que con los autores actuales voy poco a poco, pero mantengo la mente abierta.

Cuando empecé a leer Historias de Belkin (1830) no pensé que iba a ser tan divertido a la vez que profundo y actual. Pero es que los seres humanos no variamos tanto por mucho que se empeñe la tecnología. Que unos relatos acerca de la vida rusa y sus particularidades propias de los años veinte y principio de los treinta del siglo XIX no resulten desfasados es de un valor inmenso, otro motivo para volver a los grandes, volver atrás y aumentar el conocimiento del ser humano independientemente de los detalles de cada época: vayamos a las fuentes y aprendamos de los mejores.

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Los cuentos de Historias de Belkin son divertidos e ingeniosos. Son cinco historias individuales y no relacionadas, anotadas por el difunto Iván Petrovich Belkin, que narraron originalmente cuatro individuos distintos. Mi favorito es “La parada de postas”, donde la tragedia se torna en melancolía, siempre presente en las obras rusas. Así pues, con temas como el honor, el amor, la familia o los duelos estos cuentos anuncian muchos de los caminos por los que evolucionaría la literatura del siglo XX, como sugieren esos distintos narradores y sus distintos puntos de vista, así como las palabras finales de uno de los cuentos: “Los lectores me disculparán por saltarme el innecesario deber de describir el desenlace de esta historia”. Pushkin es la avanzadilla, mucho más que Turgueniev, en mi opinión, de un nuevo modo de entender la literatura menos sujeto a normas y usos que emborronan el verdadero propósito del escritor. Y en esas nuevas formas, el lector se sitúa no como un ente abstracto y pasivo, sino como un “tú” presente en el texto y que deberá hacer un esfuerzo para dar un nuevo sentido, quizá el suyo propio, a esos cuentos. La imaginación los invade, su mirada es irónica, con toda probabilidad, una de las claves de su actualidad. Y si decíamos que es importante beber de las fuentes a veces lo es más atender a lo que nos dicen otros grandes autores que consideran a Pushkin un escritor fundamental, como indica F.M. Dostoievski:

“Pushkin fue el primer escritor que convirtió en arte la belleza del alma rusa, una belleza que había permanecido oculta hasta entonces, y que él se encargó de encontrar entre las gentes de nuestro país.”

Espero haberos dado unas pautas por las cuales debemos incluir alguna obra del gran maestro Pushkin en nuestra biblioteca.

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