Emig Paz

Fantasmas

El fantasma

El pueblo se veía desierto. Unas pocas lámparas de alumbrado eléctrico iluminaban tenues las angostas calles empedradas. En la lejanía cantó un guaco, los grillos no pararon de chillar, los perros aullaban temerosos más que ladrar, la sombra de la mujer de elevada estatura se deslizó suave contorneándose hacia todos lados, de su garganta salían unos gritos adoloridos en forma interrumpida, cada seis o siete pasos lanzaba un grito alborotando la noche, su cabello negro ensortijado era movido rebelde por el viento nocturno. La mujer avanzaba gritando por gritar. ... Seguir Leyendo...

Sueños de Luna

La mujer estaba sentada al atardecer en la plaza pública del pueblo mirando jugar un grupo de adolescentes a las maromas, el juego de los chicos le pareció divertido y decidió quedarse hasta el anochecer.... Seguir Leyendo...

Sueños líquidos

Los viejos se despidieron entre bromas como dos buenos amigos apostando a quién sería el primero en llevarse la niña a la cama; llegaron a sus casas, cenaron y se dedicaron a escuchar sus programas radiales favoritos. Parecían estar sincronizados con el mismo pensamiento, sus mujeres no dijeron nada, bien sabían de sus andanzas y amores retro juveniles. Se acostaron a la misma hora, en la misma cama con sus señoras.... Seguir Leyendo...

La Venganza

La sangre corría por torrentes deslizándose hasta el pequeño río que atravesaba el potrero, había estado corriendo desde las seis de la mañana de ese aciago domingo; los transeúntes uno a uno se detenían a contemplar el agua corriendo bañada de sangre, nadie podía determinar la fuente exacta de tanto líquido rojo, en pocas horas la gran aldea estaba alarmada. “La tierra está pariendo sangre, el agua se volvió tinta, ya va a ser el fin del mundo”, decían unos en tono sarcástico mientras otros los escuchaban preocupados.... Seguir Leyendo...

Una Muerta Viva

"Qué podríamos hacer con esa difunta que no termina de morirse, hija, ya son dos meses de martirio desvelándonos y esta mujer no da signos de muerte alguna”, se quejó el anciano hombre a la hora del almuerzo, mientras acariciaba la cabeza de Nerón, el perro pastor alemán que le había regalado su compadre político y quien anhelaba aunque fuera una tortilla de maíz mal cocido, porque el hambre sentida era atroz. ... Seguir Leyendo...