Me enamoré de una estrella

un atardecer de verano

estaba tan distante y tan cerca

que a tientas pude besar su luz

y sentí palpar sus suspiros cada tarde

mientras el mar ahogaba el sol.

En las noches esa estrella

llegaba a iluminar mi cama

rociándola con su aroma vino

traído de otras galaxias;

elevando mi alma toda

al cenit del universo

cubierta de música fílmica

entre latidos y rayos de arena.

Pero una noche trágica de desencanto

el correo electrónico a mis ojos llegó

llevando una carta triste de aquella estrella

donde hablaba de su partida hacia un cielo de sal;

sin importar mi espíritu confundido

sin importar aquel aroma en mis labios

y la energía dispersa a lo largo de un rosal.

Desde entonces miro al cielo cada tarde

hasta cuando aparece un lucero vespertino

para recordar el silencio escondido en las venas

y mirar azul el amor dejado por cada estrella.

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