El pasado 17 de enero tuvo lugar el Foro de Davos celebrado en Suiza, donde se reúnen los principales líderes empresariales, políticos, económicos y periodísticos internacionales para analizar los problemas más importantes que afronta el mundo. A la luz de este evento, la ONG Oxfam, dedicada a la erradicación de la pobreza y la injusticia, publicó días antes un informe sobre la desigualdad entre ricos y pobres en el mundo y solo queda decir una cosa: los datos que publicó son perturbantes.

Este informe se encargó de evidenciar algo que muchos ya sabemos pero que nunca dejará de asombrarnos: tan solo 8 personas en el mundo (entre ellos personajes como Bill Gates, Amancio Ortega y Carlos Slim) poseen ya la misma riqueza que 3,600 millones de personas, la mitad más pobre de la humanidad. La reactivación de la economía ha funcionado, pero solo para aumentar las cuentas bancarias de aquellos que ya no saben qué hacer con tanto dinero. El modelo económico neoliberal y las leyes que lo rigen han dado pie a un capitalismo completamente injusto e insostenible en donde aquellos que lo controlan son los principales beneficiados.

Los gobiernos mundiales ahora se enfrentan a un gran reto: trabajar en pro de una economía que beneficie al 99% de la población mundial, una economía que deje de consentir y proteger a aquellos que ya se encuentran sentados en una silla de oro. Dentro del informe publicado por la Oxfam, se enlistaron una serie de datos alarmantes que evidencian la desigualdad en nuestro planeta:

100,000 millones de dólares pierden los países en vías de desarrollo como consecuencia de la evasión fiscal de grandes empresas a través de paraísos fiscales.

El hombre más rico de Vientam gana en un día más que lo que gana la persona más pobre de ese mismo país en un periodo de diez años.

Durante los próximos 20 años, 500 personas dejarán una suma de 2,1 billones de dólares a sus respectivos herederos, una suma que supera el PIB de la India, un país con una población de 1.300 millones de personas.

69 de las 100 mayores entidades del mundo son empresas, no Estados.

Desde el 2015, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el resto del planeta.

70% del total de los servicios de telefonía móvil y el 65% de las líneas fijas de México son controladas por Carlos Slim.

Los ingresos del 10% más pobre de la población mundial han aumentado menos de 3 dólares al año entre 1988 y 2011, mientras que los del 1% más rico se han incrementado 182 veces más.

El director general de cualquiera de las empresas incluidas en el índice bursátil FTSE 100 gana en un año lo mismo que 10.000 trabajadores de las fábricas textiles de Bangladesh.

10 empresas mundiales obtuvieron una facturación superior a los ingresos públicos de 180 países juntos.

 

El 1% y sus privilegios, los 8 hombres más ricos del mundo

El 1% y sus privilegios, los 8 hombres más ricos del mundo

Tal como lo dijo el ahora expresidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en su discurso final ante la Asamblea de las Naciones Unidas en septiembre del año pasado: “Un mundo en el que el 1% de la humanidad controla tanta riqueza como el 99% restante nunca será estable”. Nuestro orden mundial actual caracterizado por eventos como el Brexit, las amenazas de Donald Trump y un creciente racismo y desafección generalizados se han encargado de dejar una cosa clara: el sistema establecido no está funcionando. Necesitamos un sistema que plantee un modelo económico más humano, donde la mejora de la calidad de vida de los más vulnerables sea el principal objetivo.

Dentro del informe publicado por la Oxfam se plantean una serie de causas que han provocado o agudizado nuestra situación actual. Causas en las que las grandes empresas y los mejor posicionados del planeta juegan un papel crucial, causas que han sido producto de un modelo económico que lo único que ha hecho es mantener en la cima a aquellos que ya se encuentran ahí arriba. Dentro de las causas planteadas podemos encontrar:

 

La prioridad del dividendo

Hoy en día el objetivo primordial de la mayor parte de las empresas alrededor del mundo es incrementar la rentabilidad para sus inversores y accionistas. Incrementar la distribución de los dividendos tiene como consecuencia directa el incremento de la desigualdad. Gracias a esta ilógica manera de funcionar, aquellos dólares que se van directo a la bolsa de los que controlan las empresas podrían convertirse en impuestos o darse a trabajadores, productores o proyectos de infraestructura.

Paraísos fiscales

La publicación de los Panama Papers el año pasado evidenció una terrible realidad: empresas de todo el mundo invierten un esfuerzo enorme en tributar lo menos posible para maximizar (todavía más) sus beneficios.  Los más afectados por esta deliberada elusión fiscal son los más pobres, personas que dependen principalmente de servicios públicos. Al final del día, estas exenciones fiscales son recursos fugados que ayudarían a mejorar la calidad de vida de miles de personas.

Las grandes empresas

Las grandes empresas son una parte fundamental de la economía de mercado. Su buen desempeño se ve reflejado en el crecimiento económico de sociedades en general. Sin embargo, en el momento en el que estas empresas operan para beneficiar a los ricos, los beneficios generados no se dirigen a contribuir a la creación de sociedades más prósperas y justas.

Capitalismo servicial

El 1% y sus privilegios, los 8 hombres más ricos del mundo

El 1% y sus privilegios, los 8 hombres más ricos del mundo

El poder del que gozan estas gigantes empresas les ha dado la capacidad de manipular leyes y gobiernos enteros a su gusto. Por ejemplo; Alphabet, la empresa matriz de Google, es uno de los mayores lobistas en Washington, Carlos Slim posee un monopolio multimillonario en la telefonía en México, afectando de manera directa el PIB. Este capitalismo servicial genera un detrimento del bien común y pone en una situación desigual a las Pymes que no pueden competir con estos cárteles millonarios.

Salarios en declive y mano de obra

Empresas de todo el mundo ponen un gran esfuerzo en minimizar al máximo sus costos de producción. Una óptima manera para lograrlo es recurrir al trabajo forzado, mano de obra realizada en su mayoría por mujeres y niñas en condiciones precarias. Durante los últimos años el salario de un trabajador promedio apenas ha aumentado (o incluso ha disminuido), mientras que el ingreso de la mayoría de altos ejecutivos continúa aumentando.

Todas estas causas aunadas una serie de falsas premisas sobre las cuales está fundado el sistema económico vigente han provocado que esta desigualdad siga creciendo:

  1. La extrema acumulación de riqueza individual es síntoma de éxito y no es considerada dañina.
  2. El género no es un factor determinante para el modelo económico.
  3. El mercado nunca se equivoca.
  4. Nuestro planeta cuenta con recursos ilimitados.
  5. El objetivo principal de las empresas es maximizar sus beneficios y asegurar rentabilidad a sus accionistas.
  6. El objetivo principal de la elaboración de políticas debe de ser el crecimiento del PIB.

Ahora bien, si queremos detener la desigualdad y revertir nuestra realidad actual, es preciso cambiar el enfoque que se le ha dado a nuestro sistema económico. Debemos de trabajar juntos en el diseño de un modelo económico que esté al servicio del 99% de la población mundial, sin importar el área de residencia. Una economía más humana que tenga como principal objetivo la mejora en la calidad de vida de todas las personas sentaría el camino hacia un mundo más justo y próspero; ciudades donde las personas tengan más seguridad en ámbitos de salud, futuro y educación, una realidad en donde todos los individuos tengan una plena libertad para desarrollar su potencial, un mundo en donde se vele por los intereses de todas las personas, en especial las más vulnerables, sin dejar de lado la responsabilidad que tenemos todos y cada uno de nosotros con nuestro medio ambiente y los recursos que hacen posible que esta máquina siga funcionando.

 

Sigue l
eyendo a Emilia López

No Hay Más Artículos