Las prisiones son aquellas instituciones a las que van a parar ciertos seres humanos por ser considerados demasiado peligrosos, disfuncionales y/o difíciles como para andar en las calles, según crímenes o acciones ilegales que hayan hecho en el pasado. En teoría, uno de los objetivos principales de las prisiones es la reeducación y la reinserción social de los sentenciados, así como la prestación de asistencia y ayuda para internos y liberados; esforzarse por proveer las herramientas necesarias para que los prisioneros puedan reintegrarse en la sociedad, ser productivos y eventualmente, aportar al bien común y el progreso de las sociedades.

Sin embargo, la realidad es que las prisiones se han convertido en instituciones en donde se cometen actos inhumanos de violencia, salvajismo y corrupción. Confinamientos caracterizados por la existencia y exacerbación de sentimientos como la intolerancia, la ira, la ignorancia, la miseria, la infelicidad, el sin sentido y, sobre todo, la desconexión total del ser. Lejos de ser instituciones que reeduquen a los reclusos, son lugares que lastiman el espíritu humano y que reafirman la criminalidad.

Prisiones mexicanas

Prisiones mexicanas

Basta con mirar los índices de criminalidad y la cifra de personas en prisión para evidenciar la inhabilidad de estas instituciones para ayudar a los reclusos a readaptarse a las sociedades y generar el cambio suficiente como para disminuir la cantidad de presos en las cárceles. Claramente, algo no se está haciendo bien, si los programas de resocialización penitenciaria fuesen exitosos, los resultados serían completamente distintos.

Las cárceles deben esforzarse por implementar programas que apoyen el desarrollo humano, que ayuden a los reclusos a revolucionar su manera de socializarse, a generar cambios en su psique, en su entendimiento y control de ellos mismos, acciones que ayuden a realmente producir un cambio positivo y trascendente.

Como producto de esta lógica y entendimiento, en México el grupo Mind Hackers ha puesto en marcha un proyecto llamado Mentes Libres, el cual busca revolucionar y actualizar el sistema operativo de las cárceles en nuestro país; esforzándose por modificar la manera en la que son concebidos los prisioneros y las prisiones como tal, y ayudar a los reclusos a entender que la libertad, lejos de ser algo físico, es algo que se puede buscar y encontrar en el interior de cada uno de nosotros, un lujo al cual todos tenemos acceso cuando logramos controlar nuestros pensamientos y conocer nuestro espíritu.

Prisiones mexicanas

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La primera versión de este programa consistió en un proceso de 8 semanas en las cuales se impartió a los reclusos las técnicas básicas de meditación junto con sesiones de discusiones, debates y pláticas. Esta primera versión se implementó en el estado de Puebla, México en el CERESO. Sin embargo, no es la primera vez que se implementan programas basados en la meditación y la introspección; a principios de los 90 se llevaron a cabo programas basados en la meditación budista Vipassana en cárceles de la India, al igual que en una prisión de Alabama, Estados Unidos, ambos con resultados notables.

La concepción que tenemos sobre las personas encarceladas y las cárceles como tal debe de cambiar. No podemos simplemente olvidarnos de las personas que están en estas instituciones, debemos recordar que, como sociedad, las acciones, comportamientos, y progreso de unos, nos afecta a todos. Si queremos progresar, debemos entender que los prisioneros no son una sombra de nuestra sociedad que podemos simplemente aislar en una cárcel para deshacernos de ellos. La mayoría de los prisioneros, son personas que han sufrido violaciones, traumas, abusos y carencias extremas, aparte de ser víctimas de sistemas políticos y sociales caracterizados por la injusticia, la desigualdad, la falta de educación y la corrupción, lo cual los ha llevado a no tener otra alternativa que actuar de formas violentas. En lugar de olvidarlos, debemos de hacer un esfuerzo para comprenderlos y ayudarlos.

Para conseguir este cambio, es preciso primero entender que los seres humanos no somos malos por naturaleza. Muchas veces, es nuestro contexto social, político y económico, el que nos orilla a actuar de cierta manera y a buscar formas radicales para ganarnos la vida y sobrevivir. Si queremos progresar como sociedad, es preciso darles un lugar a las personas que han sido víctimas de estos contextos, para entender el porqué de sus comportamientos y acciones, para realizar viajes introspectivos que les permitan entenderse, analizarse y juzgarse para buscar una mejora personal y un propósito. Establecer programas que les ayuden a encontrar respuestas para generar un cambio personal, que  eventualmente se convertirá en un cambio colectivo.

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