El bullying es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada por un tiempo determinado. Es, en pocas palabras, violencia que busca la intimidación de la víctima a través del abuso de poder, ya sea psicológico o físico. Reprobable, tipificado como delito y perseguido hoy en día como unos de los actos más cobardes que existen y que pueden terminar en consecuencias gravísimas.

Lo que quisiera cuestionarme con este artículo es cómo los padres de generaciones recientes han creado una esfera de sobreprotección en sus hijos que, lo único que hace es permitirles ofenderse por cualquier cosa. En ningún momento estoy minimizando la gravedad del bullying o acoso escolar, pero sí creo que los adultos están teniendo mucha injerencia en las relaciones de los niños, de tal forma que responden por ellos en lugar de enseñarlos a convivir, a reírse de sus defectos, a reírse de sus agresores, a perdonar, generando con ello mucha importancia en la agresión y daño en la autoestima del menor.

Pero, ¿cómo saber hasta dónde es un juego cruel y dónde empieza ese acoso terrible que genera una intimidación grave?, ¿qué fuerza hemos quitado al profesorado para castigar? y por lo tanto, cuántas limitaciones para actuar tienen los profesores pensando que los padres pueden demandarlos, sería mejor no meterse. ¿Por qué hay menores de 12 años, utilizando teléfonos inteligentes sin limitaciones, ni supervisión en las redes y por supuesto, a videos de abusos a otros menores? ¿Por qué un menor de 12 años tiene acceso a videojuegos de asesinatos, muertes, armas de fuego y golpes?, ¿con que estamos alimentando a los niños que tienen estas respuestas en su conducta?, ¿quién provee a los niños de estas armas?

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La escuela es el segundo hogar de los niños por lo que el docente debe, además de enseñar a los alumnos, frenar conductas inadecuadas y fomentar la empatía entre estudiante. Pero cómo frenar a un menor cuya información viene de casa como “nosotros no somos así”, “ellos son diferentes”, “no le hagas caso al maestro”. Si un menor no ve tolerancia en casa, vive en un mundo sumamente permisivo o perfecto; es obvio que llegará al colegio con estos estándares de conducta. El docente debe identificar en primer lugar si lo que está viviendo el menor es bullying o no, y nunca exagerar su calificación, ni escuchar ciegamente a los padres, ya que es el docente quien convive con ellos todo el tiempo. Después debería afrontar el problema y poner límites, pero hoy en día esto es imposible. Los menores amedrentan a muchos docentes con el poder de los padres y la posible respuesta de estos ante el atropello de que alguien más llame la atención de sus hijos.

Los niños, al menos los menores a los 12 años, deben crecer con conceptos muy puntuales respecto de la tolerancia, a respetar y observar las diferencias. La tolerancia implica no sólo respeto de lo diferente, hacia sus ideas, prácticas, creencias, independientemente de que choquen con las propias; es una actitud crucial para la convivencia social. No podemos pretender que todos los que nos rodean sean iguales a nosotros. Además de aburrido me parece gravísimo. Cito aquí a Helen Keller quien decía “la mejor consecuencia de una buena educación es la tolerancia”. La ética, a través del respeto a lo moral, y cómo aplicarla a nivel personal y social, no podemos dejarle todo al colegio del menor, la ética debe crecer en casa, definir al menor lo bueno, lo malo, lo correcto, lo incorrecto, lo permitido, lo prohibido, lo obligatorio y entonces enseñarle no sólo a calificar las acciones sino a asumir las consecuencias de las mismas.

bullying-opulixLa ética no implica una sanción sino un principio. El desarrollo de conciencia es el mejor regalo que podríamos darle a un menor en un sistema paralelo al educativo. Ofrecer en todo momento la versión más amorosa de el mismo, sin tener que cuidarse ni cargar con los conceptos o vivencias erróneas de los padres, nada mágico pero sí presente, amando las diferencias, observándolas, aprendiendo de ellas y después formando el libre albedrío, enseñándole que todo niño agresivo o abusador está pasando por un doloroso proceso de identidad y por ello necesita ayuda y no más agresión. El niño no es quién para darla, obviamente, pero sí podemos manejar sus reacciones y poner los límites

con profundo amor y respeto al dolor que seguramente está enfrentando ese abusador.
Los menores que no enfrentan sus problemas de identidad, de aceptación, de desorden, crecen frágiles, susceptibles a las críticas, al juicio desmedido y entonces se complica la situación pues vienen “apoyos” para la adolescencia donde se escinde la conciencia, con fugas tales como el sexo, alcohol, fanatismo y drogas, con conductas compulsivas que generan mayor resistencia y fomentan la envidia, celos, culpas, manipulación y la soberbia, que es un camino infalible a la ignorancia; pues sólo aquel que acepta sus errores crece.

No sé cómo detener el Bullying pero sí sé que es más fácil enseñar a un menor a defenderse de manera interna y amorosa, que tratar de educar a todas las familias que rodean a nuestro menor, enalteciendo los padres hacia los hijos: el afecto, conectando con sus hijos a través de las caricias, del amor;el apoyo, manifestar con hechos el afecto; la comprensión, esa empatía para percibir sus necesidades; el placer, admirarlos y dejarse admirar; la inspiración, la inspiración solo la da el ejemplo; el conocimiento, a través de la familia, la escuela y la sociedad; y, el reconocimiento, el niño que no recibe suficiente reconocimiento no forma la dignidad, genera inseguridad, implica reconocer su esfuerzo. Entonces, si hacemos esta calidad de seres humanos el tan desagradable tema del bullying irá desapareciendo.

Ayudemos a los niños que practican y hacen bullying. Ellos nos necesitan más que sus víctimas, pues ellos son las verdaderas víctimas. No exageremos, no satanicemos, ni pidamos borrarlos de la comunidad. Mejor hay que ver su rasgo dominante, su necesidad de ser vistos, de ser escuchados, de ser abrazados y hagámoslo a tiempo, dándole fuerza a los docentes para actuar, detectar a estos niños a tiempo nos evitará futuros adultos envidiosos, enojados, rencorosos y violentos.

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