La elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos dejó perplejo al mundo entero, y a ese país, profunda y abiertamente polarizado.  La incertidumbre sobre lo que implicará la gestión de este siniestro personaje es el denominador común. Y mientras el mundo está expectante sobre lo que vendrá,  ¿Qué ocurre al interior, qué hacen, qué piensan, qué sienten los estadounidenses?

El 8 de noviembre el escenario político cambió radicalmente. La Casa Blanca la ocupará el próximo 20 de enero, un Presidente electo demagogo, populista y fascistoide prácticamente omnipotente: mayoría en el Senado, en la Cámara de Representantes, en las gubernaturas, en muchas de las cámaras estatales y seguramente con una Suprema Corte más conservadora. El Vicepresidente, Mike Pence, un promotor de leyes antiinmigrantes, contrario a la comunidad gay y al aborto; Los hijos de Trump, como parte del equipo de transición – ¡inusitado! -; el recién nombrado Jefe del Gabinete, Reince Priebus, el líder del Partido Republicano, su fiel defensor; el Estratega en Jefe y principal asesor del presidente, Steve Bannon, un blanco supremacista, antisemita y de ultraderecha, que quiere reformar incluso al Partido Republicano. Estos y otros nombramientos recientes marcan el tono del nuevo gabinete: todos hombres, todos blancos. Las condiciones están dadas para la primera dictadura en el poder.

Una oteada al ambiente post electoral en EUA

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En ese contexto, la cúpula del Partido Demócrata, así como los expertos y analistas políticos tratan de explicarse y de entender lo ocurrido y buscan desesperadamente las estrategias a seguir para lograr un margen de acción –nulo por ahora – que les permita mantenerse como fuerza política con viabilidad futura. Por su parte, el Partido Republicano que encumbró a Trump se encuentra también dividido, algunos, jubilosos por su triunfo y otros temerosos de éste.

Las organizaciones latinas, las de defensa de las libertades y de los derechos civiles, se preparan para dar la batalla; algunos funcionarios anuncian su postura de apoyo a los inmigrantes, entre ellos el Gobernador y el Alcalde de Nueva York, y también el alcalde de Chicago, una de las ciudades llamadas Santuario.

Por su parte, la mitad de los estadounidenses, los 61 millones –miles más , miles menos- que sufragaron en contra del racismo, la xenobofia, la misoginia, la homofobia, la discriminación y el aislacionismo, se resisten a aceptar a Trump como su presidente, denuncian lo obsoleto de su sistema electoral que al dejar de lado el voto individual, resulta anti-democrático; y se expresan en manifestaciones que han tenido lugar en más de 25 ciudades, entre ellas : Nueva York, Chicago, Washington D.C., Los Ángeles , pero también en otras muy pequeñas, a lo largo y ancho del país. Sus consignas: “Trump no es mi presidente”; “Trump no me representa”; “Muerte al Colegio Electoral”; “Respeto a mis valores”, “Que gobierne la mayoría”.

Una oteada al ambiente post electoral en EUA

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En ese marco, un grupo de estadounidenses plantea la secesión de California del resto de la Unión: # Calexit; otros han iniciado boicots contra empresas que respaldaron a Trump, como el caso de New Balance, cuyos tenis se han quemado y tirado a la basura durante las manifestaciones Anti-Trump.

De esa mitad de ciudadanos de Estados Unidos, – unidos antes y ahora des- unidos- muchos auguran sombríos escenarios y se preparan para la resistencia, para defender en distintos flancos los valores de los Padres Fundadores, su libertad y su diversidad – antes vista como fortaleza y ahora como debilidad. Otros,  prefieren concederle al nuevo presidente el beneficio de la duda, argumentando que Trump no será como comandante en jefe lo que fue como candidato, y confían en la fortaleza institucional y en los contrapesos de su sistema, por 240 años, – dicen- el paladín de la democracia Occidental.

Se trata de una nueva realidad, una realidad que estaba ahí, inadvertida para muchos, y que 60 millones de estadounidenses que votaron por Trump pusieron al descubierto de manera abrupta e inesperada. En esa nueva realidad,  la otra mitad del país, otros 61 millones, conviven con el enemigo diariamente, en las escuelas, en los centros de trabajo y en la calle.  En forma desapercibida, lo venían haciendo siempre, ahora viven muestras palpables de ese odio subyacente que Trump legitimó.

Una oteada al ambiente post electoral en EUA

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El Southern Poverty Law Center, organización civil encargada de promover la defensa de los derechos humanos, reportó más de 200 incidentes de acoso y de ataques contra inmigrantes, particularmente latinos, afroamericanos y musulmanes, las más lamentables han ocurrido en escuelas de K-12 y preparatorias, así como en universidades, otras en establecimientos públicos y muchas más en la calle. Las consignas más frecuentes: “ ¡construyan el muro!”, “¡vuelve a tu país!”, “ ¡tus padres serán deportados pronto”!, “¡si no hablas inglés no te escucho!”; las más radicales, mostradas en letreros supremacistas y con la suástica nazi; y las más expresiones más violentas: un inmigrante hispano herido a palos, agresiones a homosexuales, musulmanes – tanto hombres como mujeres- y un joven estudiante saudita muerto a golpes en Wisconsin.

El miedo invade el ambiente: el Loyal White Knights, uno de los grupos más grandes del Ku Klux Klan, con sede en Carolina del Norte, anuncia para el 3 de diciembre una gran manifestación “ Trump’s race united my people”.

¿Cuándo murió la Nación estadounidense, esa comunidad unida por características culturales y valores fundamentales?.  Estados Unidos está desgarrado, partido por la mitad, con dos visiones del mundo y de Estados Unidos, y esperando que Trump cumpla su promesa de “Make America Great Again”.

 

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