Ante la proximidad de las elecciones en Estados Unidos,  en un contexto de controvertidas campañas de demócratas y republicanos, y en medio de un clima de violencia interracial, de agravios a los mexicanos y de amenazas a los inmigrantes en general por parte del candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, la comunidad latina desarrolla hoy un conjunto de  enérgicas movilizaciones dirigidas a impulsar la participación política de 27.3 millones de hispanos que tiene derecho a votar en las elecciones que tendrán lugar en noviembre.

Son muchas, y todas plausibles, las iniciativas de organizaciones que se han dado a la tarea de lograr que los hispanos hagan oír su voz y sentir su poder en las urnas.  Entre ellas podemos citar al Center for Community Change Action, que conjunta varias organizaciones y recibe apoyo financiero del  multimillonario George Soros, la cual centra sus acciones en Florida,  Nevada y Colorado, estados clave en estos comicios; Mi familia vota, que promueve el registro para votar y ha logrado reunir a centenares de voluntarios que comparten ese propósito; Voto Latino y One Arizona son también dignas de mención, al igual que las amplias campañas que llevan a cabo la National Association of Latino Elected and Appointed Officials (NALEO) Educational Fund , el National Council of La Raza (NCLR), el periódico La Opinión, la cadena televisiva Univisión, y muchas, muchas más.

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A la estrategia de promover que los hispanos se registren para votar, se  suma una fuerte campaña dirigida a que los latinos que cumplen los requisitos para obtener la ciudadanía estadounidense lo hagan. Este es un reto mayúsculo porque los inmigrantes hispanos no son proclives a ciudadanizarse estadounidenses. Su tasa de naturalización es de 38% comparada con 68% de otros inmigrantes.

En el caso de los mexicanos la situación es aún peor. Suman hoy 35 millones, el 64% de los hispanos, y son los más reacios a ciudadanizarse, en particular los que son inmigrantes, es decir, nacidos en México, que tiene la residencia permanente y entre 20 y 30 años, o más, de vivir en Estados Unidos. Esto pese a que la llamada Ley de no pérdida de la Nacionalidad Mexicana promulgada en 1998, les garantiza mantener la nacionalidad mexicana. Según un estudio del Pew Hispanic Center  sólo el 26 % de ellos ha dado ese paso y se estima que 2.8 millones de mexicanos califican para ese trámite, el 32% del total a nivel nacional.

Por ello, muchas organizaciones enfocan sus esfuerzos en hacer entender a nuestra gente que obtener la ciudadanía es la vía para proteger sus derechos. Incluso, el gobierno de Obama ha destinado 10 millones de dólares para apoyar a los grupos que promueven y asesoran para la ciudadanización. La red consular de México, a su vez, está actuando en este sentido.

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Recuerdo a un trabajador agrícola de San José, CA. quien me dijo: “mi mamá saldría de su tumba para darme una bofetada si me hiciera ‘gringo’ ”. Así, orgullo nacional, o apatía, han mantenido a millones de mexicanos inmigrantes sin el derecho a votar en Estados Unidos, país al que contribuyen día con día con su esfuerzo, sus valores y su cultura.

Existen, de hecho, muchas razones que explican – sin justificar – la baja participación política de la comunidad latina en general. Por un lado, hay que recordar que hasta mediados de los setenta se tenía que pagar un impuesto para sufragar y pasar una prueba de lectura en inglés. Además, antes del Movimiento Chicano de los años setenta pocos eran los candidatos latinos y por tanto esta comunidad no tenía mayor incentivo para ejercer su voto. Otra limitante, vigente aún en algunos estados, la constituyen las fuerzas conservadoras locales que han creado verdaderos cacicazgos mediante el uso de artimañas comiciales; por ejemplo, la práctica conocida como gerrymandering, consistente en el trazo amañado de distritos electorales con el fin de dividir a la comunidad latina y evitar que en áreas donde ésta se concentra su voto resulte mayoritario.

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Esperemos que las movilizaciones para aumentar la participación política de los hispanos tengan éxito y su voz resuene en las urnas este próximo mes de noviembre, porque el potencial político de esas comunidades en Estados Unidos es enorme. Ningún candidato podrá ganar la presidencia de Estados Unidos sin al menos un tercio de los votos hispanos,  y debemos recordar que  los 55 millones de hispanos se concentran en ocho estados que cuentan con 187 de los 270 votos necesarios para ganar una elección presidencial. Como decía Cesar Chávez, el líder ejemplar de los trabajadores agrícolas: “¡Sí se puede!”.

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