Y entraba él para contemplar sosegadamente sobre la puerta de acceso a la nave, uno de los mosaicos más hermosos de esta iglesia bizantina, donde pictóricamente representaba a Teodoro ofreciendo esta iglesia a Cristo, continuando a deambular miraba hacia la bóveda,  donde podía apreciar una monumental composición bien conservada en la que aparecía representada Cristo en la mandorla rodeado de los Justos, entre los que destacan San Juan Bautista, a la izquierda y a la derecha Abel sacaba a Adán y a Eva de sus tumbas, con las tenebrosas puertas del infierno a sus pies.

La Virgen con el niño

La Virgen con el niño

La figura de Cristo casi inmaterial, se mostraba por encima del Infierno, cuyas puertas habían sido literalmente derribadas. En el intradós de la arquería, situada frente al ábside, estaba reproducido el milagro de la resurrección de la hija de Jairo, a la derecha y el de la resurrección del hijo de la viuda de Naím, a la izquierda.

Sobre las paredes del ábside, era posible distinguir los seis Padres de la Iglesia, divididos en dos grupos a ambos lados de la ventana central; a la derecha después del último Padre de la Iglesia destacaba una imagen muy hermosa de la Virgen con el Niño, rodeados por sus antepasados.

A la derecha de la nave,  se encontraba el Parekklesion, donde se cree que los frescos se realizaron una vez terminados los mosaicos, siendo alusivo a una capilla lateral que fue construida para albergar las tumbas del fundador de esta iglesia, sus familiares y amigos cercanos, donde el más atractivo era el de la Anastasis en la bóveda del ábside, representado por la figura central de Cristo venciendo a la propia muerte, donde en la bóveda superior había una escena del Juicio Final, con las almas de los justos a la derecha y las de los condenados, situados a la izquierda. 

Salía él vivamente lleno de este consagrado templo yendo por último hacia la Iglesia de San Sergio y San Baco, transmutada en  pequeña Santa Sofía, el mejor espejo de Santa Sofía, que había sido construida en el año 572, poco antes de la inauguración de tan célebre Santa Sofía, estando totalmente cubierta de mosaicos y pan de oro, aunque el exterior como el interior de esta iglesia proporcionaban una cierta impresión de desorden, era de facto una de las joyas arquitectónicas  más interesantes de toda la ciudad de Constantinopla.

Entraba él, hacia la planta interior octogonal, marcada por dos pisos de columnas que suportaban la cúpula central, dividida en 16 secciones, donde resultaban fascinantes las columnas de refinado mármol de color verde y rojo, tan delicada tracería de los capiteles y el delicado friso labrado, cuya inscripción estaba escrita en griego y se refería a Sergio y Baco dos soldados-mártires cristianos, que habían sido centuriones romanos convertidos al cristianismo y posteriormente martirizados.

“…donde pictóricamente representaba a Teodoro ofreciendo esta iglesia a Cristo”

El emperador Justiniano recalcó que le habían salvado la vida cuando, siendo joven, se vio implicado en un complot para asesinar a su tío Justino I. Al parecer, los dos santos se aparecieron a Justino, en un sueño, y le pidieron que liberara a su famoso sobrino.

Y ocurría último día de tan riquísima estancia, en la sobrecogedora ciudad de Constantinopla, donde al fin de la tarde, durante el mortecino crepúsculo, se dirigía él hacía la principal estación de trenes de Constantinopla, para tomar un tren nocturno que lo llevaría hacía la troglodítica Capadocia, considerada una de las maravillas del mundo, debido a sus tan fascinantes paisajes naturales, esculpidos por los agentes atmosféricos y por la abundancia y el esplendor de tantos tesoros bizantinos que la misma guardaba con mucho celo. Ya vibraba en aquel incesante micro-mundo, el espacio-noche de tan errático viajero, siempre en eterna búsqueda de prístinas sensaciones.

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