Hace algunas semanas no podía creer lo que veía en Facebook y otras redes sociales: Mujeres en México se negaban a usar productos de higiene femenina alegando que eran otra “brutal expresión del opresivo patriarcado”, por lo que su estandarte para la rebelión fue “Sangre Libre” y salieron a la calle a manifestarse con la ropa manchada con la sangre de su menstruación sintiendo que con eso se liberaban del yugo opresor del machismo.

Toda la situación se me hizo tan absurda que comencé a investigar al respecto, llegando al meollo del asunto y con todo respeto que se merecen todas las mujeres del mundo que hicieron lo mismo, reí y reí hasta que el estómago me dolió y es que resulta que todo el movimiento de “Sangrado Libre” fue simplemente un hoax originado en 2014 en un website llamado 4chan en el que un grupo de bromistas decidieron alborotar a las feministas radicales con la idea de que el “sangrado libre” es natural y no se debe restringir. Aquí en el Reino Unido una joven hindú (quien por cierto tiene un MBA por la Universidad de Harvard) corrió el maratón de Londres en dichas circunstancias levantando una serie de comentarios en todos los medios.

Con esta absurda manifestación del feminismo y viendo todos los días en las redes sociales mujeres que se quejan de los hombres como si fueran la causa de todos sus males, se me ocurre que las feministas radicales no solo han perdido de vista la motivación genuina del feminismo sino que han caído en el extremo de atacar la misma causa de su lucha: El sexismo.
Hay una línea muy fina entre pelear por una causa justa y perder el sentido común por dicha causa y el feminismo radical, desde mi punto de vista, ha cruzado esa línea ya que pareciera que cualquier cosa que suene a hombres viola automáticamente sus derechos. Puede ser que dicho rechazo sea derivado de una traumática experiencia con el sexo opuesto, lo cual explicaría su actitud, pero quizá algunas de estas feministas radicales no saben lo que es vivir en realidad en un patriarcado. Yo sí lo sé, así que se los voy a contar.

Mi papá (que en paz descanse), quedó viudo y con 2 hijos a la edad de 40 años. Como buen macho opresor no tenía idea de las cosas de la casa como cocinar y limpiar, por lo que los pronósticos estaban a favor de que se iba a volver a casar, sin embargo, nunca lo hizo. En lugar de encargarme que cocinara o limpiara porque era la más grande y mujer (como cualquier macho opresor haría), la realidad es que fue al revés ya que él y mi hermano me cuidaron mucho.
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En resumen, mi papá hizo lo mejor que pudo e hizo un gran trabajo como padre y madre y que creen… Nunca escuché que alguien le dijera que era un “papá luchón” o “un papá 4×4” o que él se la pasara diciéndole a todo mundo como sufría por mantener un trabajo y dos hijos preadolescentes.
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Por lo anterior, hago un llamado a las feministas y mujeres en general para recobrar la congruencia. Los hombres no son nuestros enemigos, son nuestro complemento. Por movimientos absurdos como el “sangrado libre” hemos perdido credibilidad, retrocediendo en la genuina lucha por la igualdad. En el momento que nosotras mismas nos dejemos de llamar “la flor más delicada” “la cosa más hermosa que el Señor ha creado”, “Mujer guerrera” “superheroína” etc, estaremos dando un paso enorme para esta igualdad. Empecemos por nosotras entendiendo que no somos inferiores ni superiores que los hombres, somos iguales y lo más importante: Eduquemos a nuestros hijos e hijas bajo esa misma premisa de igualdad. Verán que el impacto será mayor que pintarse los vellos de las axilas de colores.
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