Son casi las 23:30h., la hora a la que me he propuesto acostarme a partir de hoy. Hace poco leí que lo suyo es dormir entre 7 y 8 horas, aunque con la edad ese tiempo se puede ver reducido a unas 4 o 5, sin contar las veces que te despiertas para ir al baño, o empapada en sudor, o con calambres en los pies. También leí, no recuerdo muy bien dónde, que para tener felices sueños y un mejor despertar, se pueden poner en práctica varios ejercicios de entre los que he elegido el de hacer una lista con todas las cosas buenas acontecidas durante el día. Y eso es lo que voy a hacer todas las noches antes de dormir. Lo que pasa es que voy a utilizar una versión modificada por mí en la que no hace falta escribirla en un papel, sino que yo creo que será suficiente con hacerla mentalmente.

Amanece en la tierra, desde la luna

Amanece en la tierra, desde la luna

Como estas últimas noches está haciendo bastante calor, bajo la persiana y abro la ventana de par en par, con la esperanza de no sudar mucho y no ver interrumpido el sueño hasta el nuevo amanecer. Apago la luz de la mesilla y me tumbo de espaldas sobre la cama, sin taparme. Como también he leído últimamente que las técnicas de relajación son muy efectivas a la hora de calmar la mente, decido comenzar con una que me parece muy fácil de realizar. Aunque he apagado la luz, la habitación no se encuentra completamente a oscuras ya que se filtra algo de claridad procedente de la calle, entre las rendijas de la persiana a medio bajar, pero me gusta así, entre luz y sombra. Una vez acomodada en la cama con la cabeza bien apoyada en la almohada, con los ojos cerrados y las manos apoyadas sobre el abdomen, comienzo a respirar de forma muy consciente prestando atención al recorrido que hace el aire desde que entra por mi nariz, pasando por la garganta, llegando a los pulmones… y desde ahí viajando a mi cerebro y expandiéndose por todo el cuerpo. Un ruido en la calle me hace abrir de repente los ojos. El cuadro de la pared de enfrente parece más brillante que de costumbre, debe ser por el pequeño rayo de luz que impacta directamente sobre la línea anaranjada que parece dividir la pintura en dos partes bien diferenciadas. Ya no recuerdo muy bien cuándo lo pinté… y la verdad tampoco por qué lo hice, ya que según la mayoría, nunca se me han dado muy bien las artes plásticas. Sin embargo recuerdo que de pequeña me encantaba pintar, pintar y pintar, paisajes, lugares indefinidos… no dibujar. Dibujar nunca he podido, no sé si por falta de paciencia o de concentración, y además nunca he sido capaz de reproducir ninguno de los objetos de las láminas que teníamos que entregar en clase. Sin embargo, eso de mezclar colores y pintar sin rumbo y sin pensar en nada…

Amanece en la tierra, desde la luna

Amanece en la tierra, desde la luna

El cuadro se titula “amanecer en la tierra desde la luna”. En él se puede ver, efectivamente, una especie de amanecer en el que una línea anaranjada marca el paso de la noche al día. Otra línea muy fina de un blanco intenso da la impresión de estar dejando entrar los primeros rayos de un nuevo día, mientras el marrón casi negro, de lo que se supone que es la superficie lunar se va fundiendo con un azul intenso del color de un mar oscuro de finales de verano; cuando las tormentas se van haciendo cada vez más frecuentes para anunciar la llegada de la próxima estación. Recuerdo que por aquella época, en la que me dio por pintar ese cuadro, el único que he pintado en mi vida, estaba completamente fascinada por el Universo y sus misterios: estrellas, planetas, nebulosas, lunas, constelaciones…¡cómo podía existir tanta belleza por ahí, que nunca podría ver con mis propios ojos! Me solía dormir mirando las fotografías tomadas por no sé qué magnífico telescopio, de un libro que me regaló mi tío Juan y que debo tener todavía por alguna estantería de la buhardilla. Mañana sin falta lo buscaré. Me imaginaba viviendo en alguno de aquellos extraños y mágicos lugares, observando desde la distancia de varios años luz, la vida en nuestro pequeño planeta.

Bueno, pero sigamos con el ejercicio… ¡Ah, sí!, estaba respirando para ir relajando todos los músculos. Después de una inhalación profunda, soltaré todo el aire lentamente y comenzaré relajando los pies, los tobillos…

 

¡Mira que los pies son sufridos! ahí están, abajo del todo. Vuelvo a abrir los ojos y veo mis pies. Siempre me han gustado mis pies. Son pequeños, bien formados, con un gracioso puente. No suelo llevar las uñas pintadas porque enseguida me canso de cualquier color, y aunque ahora las llevo de un azul turquesa como el mar, me gustan más sin pintar. Los pies de mi padre también me parecían bonitos, tenían una piel muy fina casi traslúcida que les daba un falso aspecto de fragilidad. No sé por qué a mi madre le daba tanta rabia que nos tocáramos los pies. Según la reflexología podal todo nuestro cuerpo e incluso nuestros órganos internos están reflejados en nuestros pies, de manera que masajeando ciertas zonas, podemos acceder y aliviar afecciones de otras partes del cuerpo, además hay que reconocer que un masaje en los pies es de lo más placentero.

Ahora he optado por no llevar tacones, pero de jovencita los llevaba, y bien altos y finos, como marcaba la moda. Siempre he sufrido de dolor de pies, y siempre he pensado que tenía que ver con mi signo del zodiaco. Sí, debía ser eso. La parte más vulnerable de un piscis, son sin duda los pies, precisamente porque los peces no tienen pies, y al ser obligatorio usarlos en esta vida, pues eso, que no tenemos práctica y nos duelen. Sin embargo, en el mar todo es diferente… Cuando me sumerjo en el mar, es como si formara parte de él, de su grandeza, de su inmensidad, de su abundancia sin límites. Siento cómo mi cuerpo y mis órganos se funden con la vida que surge del salado mar. Y es que en verdad entre el 70 y el 80% de nuestro cuerpo es agua, y yo creo que es agua de ese mar primigenio del que nacieron todos los seres, ayudada sin duda por una explosión de miles de planetas y estrellas que cubrió con sus restos la superficie de nuestro planeta. De ahí esa frase tan reveladora de Carl Sagan, estamos hechos de polvo de estrellas.

Vale, pero voy a cerrar los ojos y a respirar, a ver si soy capaz de hacer la lista de cosas buenas que me han pasado hoy…

En ese momento el sol se coló de lleno en la habitación. ¡Pero si está amaneciendo! Otra noche incompleta…

Bien, pues antes de levantarme, voy a hacer una lista de buenos propósitos para hoy. He leído que es un buen ejercicio para tener una actitud positiva, y afrontar el día con alegría…

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