Como se me había hecho tarde y la conferencia sobre salud mental ya había comenzado, decidí darme un garbeo por las instalaciones del Hospital. Los pasillos eran largos, oscuros y secretos. Por ellos deambulaban los habitantes de este mundo extraño y seductor. Sus pies se arrastraban por el suelo, sus voces rebotaban en el techo, y sus vidas y sus almas chocaban contra las rejas de las ventanas.

Me senté frente a una de ellas. El sol lucía con fuerza. Claro, en julio ¿qué esperas?

Me preguntaba si no serían ellos los cuerdos. Si no serían ellos los que verdaderamente saben de la vida…

La máquina de leer pensamientos

La máquina de leer pensamientos

¿Para qué nos necesitan en un mundo feliz? Cada uno vive  en su sueño, ¿y qué nos importa, si es suyo y lo pueden elegir?  ¿Acaso no queremos y necesitamos vivir sueños que nos hagan sentir vivos, que nos den fuerzas  para seguir?

Algo mágico se respiraba en el ambiente…Una historia de amor o de fatigas… Un Quijote en un mundo de cristal. Una mariposa, un rey, una sirena, un demonio, un ser real o irreal…

Seguí mirando a través de la ventana. Los internos paseaban bajo el sol. Unos de la mano, unos delante, otros detrás, parecían bailar  una danza desordenada, sin orquesta ni compás. No pude evitar fijarme en uno de ellos que parecía buscar algo y alzando sus manos no lo podía alcanzar. Tendría unos 20 años, ojos negros, pelo oscuro y fumaba sin parar.

Bajé al patio y me mezclé con ellos, bailando su mismo vals.

-Hola.

-Hola, dame un cigarro.

-Lo siento pero no fumo.

-Yo estoy desde hace tres meses aquí, porque fumo mucho. También bebía mucho, pero ahora mi padre me tiene controlado.

-¿Qué te parece este sitio?

-Se puede estar, pero prefiero estar en casa…Así podría acabar mis estudios. Me he matriculado por libre para terminar el bachiller.

– Después ¿Qué vas a hacer?

-Me gustaría estudiar psicología, biología o psiquiatría. Me tiembla la mano…me tiembla el pie…

Hablaba muy despacio, como si no quisiera que las palabras se le escaparan, y no paraba de caminar.

-Esta mañana he tenido una pelea con un enfermo. Le he pedido fuego a las seis de la mañana y luego a las ocho. Me ha cogido del pecho y una casi parecida a ésta, me la ha roto. Me ha arrancado los botones y todo. Yo le he empujado y se ha caído al suelo… A veces tengo miedo.

– ¿De qué?

– No sé. A veces cuando voy por la calle o estoy en la cama tengo miedo. El otro día tuve una alucinación.

– ¿Me la quieres contar?

– Estaba en la cama y vi una persona, pero no había nadie.

– ¿Cómo era?

– Oscura.

– Si estaba oscuro, ¿cómo viste que no había nadie?

– No había nadie. Por eso digo que fue una alucinación. La psicóloga me hizo un test y me dijo que tengo personalidad de niño. Yo que pensaba que tenía una personalidad muy fuerte, porque le gritaba a mi padre… Lo que me pasa tiene que ser de pensar tanto… Yo pensaba mucho. Las clases de filosofía las retenía en la mente. Yo he estado siempre un poco desplazado, porque soy muy tímido. Ahora no tanto. Nunca he tenido muchos amigos, no me he llevado muy bien con la gente. Ahora salgo con mi hermano y un amigo suyo que es psicólogo.

-¿Has salido alguna vez con chicas?

– Bueno, tengo amigas y a veces en el bar he hablado con ellas. A mí me hacen falta las tías, pero me puedo aguantar. Aún soy joven.

Observé que en su bolsillo derecho llevaba un pequeño libro: “La máquina de leer los pensamientos”. Le pregunté que de qué trataba y me respondió que de un aparato que se pone en la garganta y recoge los pensamientos que todos dicen, pero que los enfermos dicen un poco más alto. Siguió contándome que antes oía voces que tenían relación con su pensamiento, y que le ayudaban a decir las cosas. Sonaban dentro de su cabeza continuamente. Además la televisión iba un poco a por él, porque le mandaba mensajes continuamente.

-Dicen que bebía de los cubatas de los demás. Yo creo que me daban ellos. Me gustaba el vodka con limón. Dicen que escupía en clase y fumaba. Lo de fumar sí, pero no creo que escupiera, está mal. Entonces me prohibieron el alcohol y el café. Estaba muy viciado.

Estábamos sentados en un banco al lado de un rosal repleto de flores. Me volví un momento para aspirar el aroma de una de aquellas rosas, el sol jugaba entre las ramas…El muchacho sin decir una palabra se levantó y corrió hacia el edificio. No le pude dar alcance y cuando entré, no quedaba ni rastro de él. Busqué en la sala de reuniones, pero para cuando llegué, la conferencia ya había terminado.

Comí algo por ahí, y estuve paseando toda la tarde, sin pensar en nada. Cuando subí a mi habitación, abrí la ventana y me fume un cigarro. Hipnotizado con el humo que exhalaba, las luces se apagaron como todas las noches a la misma hora. Me tome la medicación de las 12, eché un último vistazo por la ventana, y allí estaba, observándome,  y preciosa como siempre, la luna que aúlla a  los lobos. Me quedé dormido intentando recordar desde cuándo estaba yo allí.

 

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