Quiso ganar el concurso literario a toda costa, pero el jurado calificador sólo le otorgó una mención. Su furia desatada enfiló contra la coordinadora quien protegió a sus colegas plantando cara y exigir: —Debes respetar la decisión inapelable del jurado. Las bases del concurso así lo establecen.

No atendió el razonamiento y durante décadas hostigo, vociferó y buscó desprestigiar a quien trataba de mostrarle la realidad, con acusaciones incluso de robar su poesía, hasta que la Jueza Sexta de Violencia contra la mujer le comunicó que había ganado el concurso al poeta desubicado.

Desde entonces va por las calles juntando letras con lágrimas y hojas caídas de los árboles, para luego reclamar a los pañuelos y al viento el plagio de sus versos.

 

 

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