Una de las explicaciones con las que la Real Academia define el concepto de arte es la “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Pues bien, escribir es un proceso creativo que surge nuestro propio ser y que conjuga nuestra personalidad en una serie de caracteres apoyados sobre un código lingüístico.

Durante las 24 horas que tiene un día ante nuestra retina pasan cientos de acontecimientos, tan surrealistas que podrían ser propios de las obras de Salvador Dalí. Por desgracia no les prestamos ni la más mínima atención. En ocasiones esta falta de análisis es porque somos presa de un sistema de entretenimiento sustentado en lo audiovisual, el cual va mermando nuestra inventiva. En otras no contamos con la compañía del lápiz y papel. Cuando lo hayas encontrado, anótalo, decía Dickens. No apuntamos nuestras ideas, igual que no narramos nuestros sueños. Y nuestro entorno es un escenario inagotable de funciones e ideas.

escribir2Cualquier cosa que hacemos tiene algo de nosotros, define nuestra identidad. La forma que tienes de atarte los cordones, de besar o de escuchar. Pero tu capacidad narrativa es la sinergia de tu “yo” más primitivo, tu identidad (aquella no eliges) y los aspectos sociodemográficos (sexo, educación, entorno, edad….). La fusión de todos estas premisas construyen a la persona y por lo tanto al escritor. Seguramente si Scott Fitzgerald no hubiera sido parte de la sociedad americana de principios del siglo XX no hubiera escrito una obra como El Grant Gatsby, pero así fue. Hasta la más insignificante de las casualidades define al ser y por lo tanto a ese francotirador de palabras que es el escritor. Todos imaginamos y soñamos. Unos con ser actores o deportistas, otros con ser inventores o astronautas. Pero por desgracia hay sueños que se ven truncados por factores que no podemos controlar.

 

Cualquier superficie es óptima para plasmar esa ideal tan nuestra, esa fantasía que nos pertenece por derecho. Esa que nadie te puede arrebatar porque es propia de la dimensión que ha creado en base a tus relaciones y experiencias. Puedes escribir bien o mal, eso ya dependerá de tu habilidad a la hora de conjugar signos, pero nunca dejas de fantasear.

La narrativa es un ejercicio más, como ir al gimnasio o correr. Se mejora con la práctica y el estudio. Escribir es un arte gimnástico, en el que contorsionas y retuerces a las palabras para que manifiesten tu anhelo. Escribir es terapéutico, debería ser recetado por médicos y especialistas. Narrar ayuda a combatir la mediocridad sobre la que se apoya el entretenimiento que proponen los grandes emporios de la comunicación. Nos eleva a otra dimensión creativa. Nos hace rebatir la realidad que percibimos. Mejora nuestra oratoria, pero también nos hace ser mejores oyentes (un escritor es una esponja que todo lo absorbe). Escribir despierta nuestras inquietudes. Y nos arrastra a un mundo romántico, de fantasía infinita que nos hace libres.Por ello, Opulix te invita a que crees tu propio espacio, a que emprendas tus ideas y las plasmes en una plataforma donde todo el mundo tendrá acceso a tus escritos, desarrollando historias que tal vez, alguien más se sienta identificado y quiera compartir contigo nuevas aventuras mediante la escritura. “Lo que no escribes, es probable que lo olvides o aún peor que lo recuerdes mal”. Este es tu espacio, inscríbete, envíanos tus artículos y comienza ya tu momento Opulix.
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Sí, escribir nos hace mejores en todas las facetas de nuestra vida. Me aventuraría a decir que escribir puede llegar a mejorar la vida sexual de las personas (esto no está probado, aunque no es apropiado, quizás E. L. James, autora de las 50 Sombras de Grey, pueda aclararlo mejor que una servidora). Elige un tema, una visión, un estímulo que te inspire, pero hazlo. Porque escribir es un oficio que se aprende escribiendo.

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