Díganme ustedes lo que deseen

pero han florecido los rosales y es invierno.

Me dormí anoche sin tener sueño

y me batí en duelo con los fantasmas

hasta dejarlos sin sábanas y al descubierto.

Descubrí que los fantasmas son hermosas monjas

desnudas en su verguenza, cubiertas de sábanas muy blancas

de impureza oculta.

Rompí con cuidado un dodecaedro de hielo

y un chorro de agua me besó los sesos.

Colorines y jilgueros le cantaban a la luna

y aunque pesada y lenta, un águila me llevó

me monté en Pegaso y recorrí cielo y tierra.

A ese ¡dios mío! esta mujer de tierra me está matando

apenas labro entre terrones gruesos y ya crece la hierba

los girasoles la miran a ella, es hermosa

el sol se ha tapado la cara con tules y seda

para que ella resplandezca.

La nieve que había en las montañas

está ahora en mis sienes, huyó de la tierra.

Los conejos duermen en sus madrigueras

y una mariposa, medio amarilla, medio roja,

medio azulada, medio brillante y medio verdosa,

se ha parado en mi pecho batiendo sus alas.

Y mi corazón se mueve al mismo ritmo

como un piano que suena solo con teclas negras

golpeando las cuerda, notas sonando

en tantas escalas como mis canas.

Mujer tierra de América, ¡óyeme! ¿te lo digo más claro?

Te amo

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