Históricamente se conoce la existencia de los perros lazarillos que se convierten en los ojos de las personas ciegas.

Pero en este caso real, es el amo, el lazarillo de su perro ciego.

Cesar recibió en su casa un Jack Rusell. Maravillosa raza, gigantesca, no por su tamaño, sino por su inteligencia, su fuerza, su perseverancia, su determinación y entrega.

Archie, el perro, era muy pequeñito, juguetón que llegaba volando de silla en silla y cogía la pelota con la misma velocidad. Había que sacarlo al parque donde disfrutaba y quemaba su energia y se unió a Cesar como los mejores amigos.

De un día para otro, Archie no veía las imágenes de la TV, dejaba pasar la pelota de largo y la buscaba con el olfato. Era evidente que no estaba viendo nada.

El oftalmólogo que lo vio, diagnostico atrofia progresiva de retina a sus 7 años. No había opción de cirugía y estaba condenado a la oscuridad. No todo estaba mal, el Dr. dijo que los perros se adaptan más rápido, su reloj biológico es más largo que el humano y viven cada día como si fuera el último.

Así lo muestran cuando llegamos a casa y se enloquecen por saludarnos.

Así que Cesar resolvió  ser los ojos de Archie. Es su mejor amigo, aunque no sabe qué opina, pero si sabe cómo quisiera ser tratado en una situación similar.

Cesar trata de hacerle las cosas más fáciles: lo saca al parque y ya le consiguió una amiga de la misma raza. En la casa le da la comida en la boca y le coloca los juguetes y su cama en el mismo lugar, todo un mapa que ya memorizo y olfateo.

Archie tiene su mejor amigo que hace lo que sea para que su vida sea feliz y cómoda, ya no tiene sus  ojos sino los de toda la familia y a Cesar como su lazarillo.

 

Sigue leyendo a Oscar Delgado

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