laura-46Lo que más le gustaba a ella era esconderse en su armario, y no salir de ahí en todo el día. Quedarse meditando sobre la vida y sus sueños. Acariciaba el polvo y la oscuridad de su habitación. En fin, era una niña triste y además siempre sola. Vivía con sus padres, pero como si no fuera así. A ellos no les importaba la pequeña. Ya no se ocupaban de ella. Antes había sido diferente, pero ellos se dieron a la bebida y a los excesos. A la locura de los antros y a las pastillas. Algo malo se les metió adentro, muy adentro. La avaricia y el corazón frío.

laura-45Tenía un solo amigo. Lo veía cruzar la calle con un helado en la mano y una sonrisa desnuda. Nunca le habló. A ella le bastaba con mirarlo y decir para sus adentros: Él es mi amigo, viene aquí todas las tardes por mí, y por nadie más. Siento que él sabe porque me escondo. Luego, suspiraba largo hasta caer, melancólica, sobre la alfombra del armario. Después se quedaba dormida.

Soñaba con el mundo ardiendo en flores. Los ojos al cielo reventando estrellas, y en la belleza de sus pensamientos se fue haciendo cada vez más vieja y más vieja hasta que se dio cuenta que pronto iba a morir.

No se sintió mal. Estaba contenta con lo que sucedería. Una araña se columpiaba en un hilo. Fue bajando, poco a poco, hasta llegar a la cara arrugada de Laura, quien la observaba con atención y asombro. Toda la dulzura como en un milagro.

La araña dijo:

─Sal de aquí, pronto. Afuera está el sol. No te quedes más tiempo encerrada en tu habitación, en este armario. Morirás.

─ ¡Qué hermosa voz tienes! ─ dijo Laura en asombro, y cerró sus ojos, otra vez, como en los viejos tiempos.

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