La respuesta de un niño de 7 años a un ejercicio matemático, publicada por su padre en las redes, ha desencadenado todo un diálogo y polémica de interpretación en el mundo de los adultos.

El enunciado del mismo decía: “Escribe con cifra los siguientes números” y en el ejercicio se ve el número diez, a lo que el pequeño escribe el 11, el noventa y ocho, a lo que el pequeño escribe 99, el ochenta y uno, a lo que escribe 82, el sesenta y seis, a lo que escribe 67 y el número treinta, a lo que el pequeño puso 31.

En el ejercicio se ve una cruz de color roja tachando todas las operaciones como si el profesor no hubiese dado por bueno el ejercicio.

El padre lo subió a las redes diciendo que, a lo mejor, “el que no entendió bien el ejercicio es el profesor”.

La publicación se hizo viral rápidamente, fue retuiteada casi 50.000 veces y lleva casi 90.000 likes.

 

La cuestión es ¿quién tiene la razón? ¿estuvo mal la respuesta del niño o simplemente interpretó diferente el enunciado de la pregunta?

En teoría, los siguientes números son los que vienen a continuación situados abajo, es decir los que están escritos en letras, pero para el niño, los “siguientes números” eran los que siguen a continuación de los que ya estaban escritos en letras, pero en formato numeral.

El niño, ajeno a la polémica de las redes no se da cuenta del debate que ha generado entre los adultos.

El debate escaló de tal manera que hasta a la RAE le trasladaron la cuestión y esta fue su respuesta: “Tal y como está redactado el ejercicio, la interpretación natural es que se escriban en cifra los números que se citan a continuación”, es decir, le da la razón al profesor, pero también deja la respuesta abierta a otras posibles interpretaciones.

 

Al parecer, el pequeño no es el único que entendió así el ejercicio, ya que en el debate entre adultos están los que piensan lo mismo que el niño, pero también los hay del bando del profesor.

Al final, en la vida no todo es blanco o negro, también hay grises y matices que hay que saber aceptar e interpretar. No sabemos si el niño tuvo o no la razón al final, pero sí sabemos que nos dio una buena lección a todos los adultos.

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