Viernes en la noche, busco mi mejor vestido, pinto mis labios de rojo y suelto mi pelo, hoy tendré una nueva cita, sí, ya mis amigas se ríen cuando se los digo, pero sé que esta será diferente; llevamos dos semanas hablando por Tinder y tenemos muchas cosas en común: Le gusta leer, viajar, comer, el cine y la fotografía”, igual que al 99% de los perfiles que me encuentro, pero esta vez, vi algo en su foto y sé que será diferente.

Tengo una cita en Tinder

Tengo una cita en Tinder

Se llama Pablo, hemos ido a caminar, me ha invitado a tomar una copa y a cenar algo, al parecer es un príncipe, lo miro a los ojos y sé que es el hombre de mi vida, no me hace falta hablar más ni escuchar sus historias, muy adentro de mi hay una fuerza que recorre todos mis sentidos y me impulsa a besarlo locamente, abrazarlo y salir corriendo de la mano a recorrer el mundo, pero no hay prisa y debo ser coherente con mi discurso, seguiré por la línea “No estoy buscando nada, me ha roto el corazón, ahora quiero estar sola¿Quiero estar sola? Pero a quién se le ocurre que estaré mejor sola, llevo dos años intentando encontrar pareja y lo único que conozco son aburridos, deprimidos, melancólicos, existencialistas, filosóficos y alguno que otro que quiere pasarse de listo, pero a la final, todos han desaparecido después de la primera cita, como si se tratara de una bomba nuclear, han sido exterminados y algunos hasta han decidido bloquearme en el WhatsApp.

He aprendido la lección y esta vez no caeré en el juego, así que lo miro a los ojos, le sonrío y presto atención a su historia del porque “Las moléculas de protón no pueden coerce con el helio”, ni siquiera entiendo de lo que me habla, pero me es igual, así que suelto una sonrisa emocionada y hago una expresión que le anime a seguir.

Al final de la cena aquel príncipe encantado se convierte en un renacuajo vaciado que rompe la hermosa velada que teníamos con una típica frase contemporánea “compartimos la cuenta”, claro, por qué no, si hemos compartido la mesa, las servilletas y la botella de vino, no veo por qué no compartir algo tan simple como “La Cuenta”, lo pasaré como gastos menores.

Salimos del restaurante y su segunda pregunta es clave ¿Hasta que hora pasa el último bus?, esto me mata, siento que me aniquila, ya me olvido de la idea de seguir recorriendo las calles, tomarnos de la mano, mirarnos a los ojos, vivir una noche mágica de película. Claro, tengo 33 años y vivo con mis padres, no tengo la posibilidad de invitarlo a seguir la velada y por su lado, aun no sé si vive en un laboratorio donde lleva acabo sus investigaciones genéticas con protones o simplemente hace esta pregunta para recordarme que solo me quedan 5 minutos más, igual que una maquina tragamonedas, mi tiempo pronto expirará, así que me empieza la prisa por asegurar la segunda cita y le digo: “¿Que haces mañana, has visto que hay una exposición en el museo de ciencia y tecnología?- No sé aun si exista este museo, pero lo digo para mantener la presa de mi lado, como si se tratara de un ratón, voy poniendo pequeñas trampas para que caiga. “Imposible, mañana estaré liado”- “bueno y que tal el lunes, el martes… enumero todos los días de la semana y no consigo nada, ya para tener consuelo y con la poca autoestima que me queda me dice la ya tan conocida frase: “hablamos por Whatsapp”, esto es la muerte, ya me ha pasado, empieza la duda si le escribo cuando llegue a casa o dejo que él lo haga, si no lo hace, espero que lo haga a la mañana siguiente, paso el día entero mirando el celular y la ansiedad me come la cabeza, dejo pasar tres días y decido romper el hielo con un “Hola como estás”, son momentos de pánico, lo veo conectado, su estado se pone Online, ve el mensaje, pero su silencio lo dice todo, espero unos minutos que se me hacen eternos, vuelvo a escribirle, le envío un emoticón y ahora se ha desconectado, ¿cuánto puede tardar en decirme?: “Hola me la he pasado muy bien contigo y quiero volver a verte”, no es algo imposible, a lo mejor un simple “Hola” hubiera bastado, pero ya he perdido las esperanzas, esto ocurrió hace una semana, ahora para no atormentarme archivo su chat y a veces entro a ver si quizás no me ha escrito porque no se conecta, pero que va, siempre su estado es Online y esto es como otra puñalada a mi ego, a mi corazón a mis ganas de encontrar la cita perfecta.

Tengo una cita en Tinder

Tengo una cita en Tinder

Por ahora seguiré mi camino y les iré contacto con todas las especies que me vaya encontrando, a la final, el amor en las Apps es tan amplio que lo único que nos mantiene vivos es la gran oferta que hay y si debo seguir buscando hasta encontrar el amor de mi vida lo haré, a la final, qué puedo perder, si todo se comparte, “hasta la cuenta”.

 

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