Zirus se encontraba en lo alto de una montaña. Desde ahí se veía El Valle donde se encontraba Telit, su pueblo natal.

El viento le golpeaba lentamente la cara, sintiendo el frío, su soledad se hacía cada vez más evidente.

Zirus era un guerrero muy diestro; era capaz de defender la región de los ataques de dragones, ogros, brujas y hechiceros malvados.

A pesar de no tener media en su ser, tenía algunos dones que le ayudaban a cumplir con su misión.

Uno de ellos era la impenetrabilidad de su mente, pues ni los mejores hechiceros, brujas o duendes podían penetrarla y ver qué pensaba.

Había sido entrenado desde muy pequeño en un antiguo arte secreto de defensa personal y de lucha que lo dotaba de reflejos instantáneos, lo capacitaba para evadir ataques mortales y le daba una agilidad al correr y moverse que pocos podrían afrontar si se cruzaban en su camino.

Entrenaba con su espada en lo más alto de la montaña, haciendo movimientos de formas especificas que lo mantenían ágil y listo para actuar.

Todas las tardes subía a ese monte para practicar, ahogarse en su soledad y llenarse del espacio y la energía de la vida a su alrededor.

Su único compañero y amigo era un unicornio negro con los ojos verdes, tan fuerte como puede ser un mustango. Zirus lo llamaba Cirón (que significa *mi sombra*).

Zirus tenía el cabello negro un poco quebrado y le llegaba debajo de los hombros. Sus ojos eran color café oscuro… casi negros, pero de mirada muy penetrante. Su nariz era un poco redonda y sus labios carnosos.

A pesar de ser originario de las regiones altas no tenia mucho vello en el cuerpo ni en la cara, su espalda era ancha y cada músculo se dibujaba en su cuerpo, el cual ya estaba acostumbrado al frio y estaba tibio la mayor parte del tiempo.

La región que él protegía, Telit, estaba habitada por humanos alegres y trabajadores y pertenecía a una serie de pueblos: Latimia (que se extendía hacia el sur de aquella masa continental).

Las costumbres de estos pueblos eran sencillas, les gustaba bailar, preparaban una extensa variedad de platillos, valoraban la unidad familiar y eran muy artísticos.

A lo largo de los siglos, estos pueblos habían sido abrumados, acosados, y a veces esclavizados por otras razas del norte y de otros continentes. Las tierras de estos pueblos eran ricas en oro, plata, piedras preciosas, maderas y campos fértiles. Pero la opresión constante había hecho de estas tierras un lugar de pobreza y sufrimiento tal, que sus habitantes compensaban con sus canciones y bailes.

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